10/28/2005

No pensar

La Musa Trágica

Algunos días hay demasiadas cosas que no logro entender. Partiendo por mí. No sé bien que siento, que quiero e incluso censuro mis más íntimos pensamientos. Otros días, dejo de pensar en mí un solo segundo y entonces siento que el mundo me sorprende completamente, me siento ínfima, pero no como un reproche sino como un alisciente, como la lección necesaria para entender por qué uno debe vivir con las ganas eternas de comerse al mundo.

Otros días menos alegres, lucho conmigo misma para auto-convencerme que todo es así de buenamente desafiante como me lo propongo. Algunos de esos días vienen las dudas. Sí es cierto, la mayoría de las veces parte de mí y mis eternas anisas de saber si lo estoy haciendo bien o no. Es entonces cuando cada ser se me revela como único y me pierdo tratando de bajar la voz para ver si escucho que pasa por sus cabezas. Es ahí cuando susurro, hago callar a mis propios pensamientos, y le pido a cada una de mis entrañas que se mueve con cautela para que no interrumpan un proceso que –para ser sincera- nunca ha dado más resultados que lo que yo invento que otra persona debe pensar, basándome en parámetros tan poco científicamente metódicos como la postura de su cuerpo y en las líneas de su rostro.

Con mi infructuoso ejercicio, trato de saber si los mundos que se desarrollan en otra mente son simples o complejos, si sufren o ríen. Me resisto a creer que haya algunos completamente en blanco. Pueden estar anestesiados, pero aún así, nunca están en blanco. Cuando creo ser más precisa (o que mis inventos parecieran más certeros) busco si algunos pueden compartir algún pensamiento que mi básica mente aún no registra. Esa búsqueda es constante, no depende de ninguno de los días.

Ahora, estos días, me ha tenido consternada tratar de entender cómo piensa (que mierda siente) una mente que quiere dejar de pensar, que termina por doler y dan ganas de arrancar, así, de una... para siempre. Estos días
he vuelto a no entender nada. Estos días ha costado que el mundo me sorprenda.

Esa tonta y rica ilusión

La Musa Trágica
Una vez escribiste algo sobre Rosario que me identificó profundamente...
no me acuerdo cuáles fueron tus palabras exactas pero era algo como que ella se entregaba a cualquiera que le dijera "linda", por el sólo hecho sentirse menos fea en ese momento.
Cuando lo leí, me dolió como si tus letras me estuvieran apuntando a los ojos, diciéndome culpable.
Y sí, lo soy. También soy culpable de querer escuchar eso. De querer sentirlo.
Esa noche yo quería verlo. Quería besarlo. Quería abrazarlo, sentirlo. Escuchar su voz suave, su ritmo lento y empaparme de su olor.
Pero la verdad nunca supe si era por él o por mi, por quien quería tenerlo a mi lado.
Y es que algunas veces siento que ni siquiera lo conozco. Y si lo pienso, en realidad no lo hago.
A pesar de eso y de que sé que puede estar ahí cuando yo quiera que me abrace, me resisto a pensar demasiado en él. Tal vez porque sé que mi historia con él no va para ninguna parte que no sea fuera de un cuadrado de 2 por 2 que generalmente nos tiene a ambos completamente desnudos.
Le dejé una llamada perdida. Justificándome estúpidamente ante mis propios prejuicios.
El respondió como yo en el fondo sabía que lo haría (que rabia me da que hoy, mientras escribo eso, ya nos ienta la misma seguridad).
Pero si bien la respuesta fue la usual, todo fue distinto. El juego era diferente esta vez. Las palabras tenían una ternura inusual en un juego en que los dos sabemos demasiado bien a donde vamos. Llámame ilusa pero juro que esta vez yo lo sentí diferente.
-ilusa
-sí, existe la posibilidad de que haya sido sólo yo.
Me dijo que estaba a cinco minutos de mi boca y yo le respondí que "muchos" cuando el me preguntó si yo tenía algún beso de amor para él.
Sí, todas esas cursilerias que tu sabes deben, obligatoriamente, adornar mnis historias
(si no fuera así, no serían mías)
Me fue a buscar a la casa de mi amiga donde yo mareaba mis ansias en ron.
Cuando bajé me miró y sin más me besó incansablemente como suele hacerlo. Con la intensidad que se le pone a un beso cuando piensas que puede ser el último.
Nos fuimos a mi casa, el debía mandar un texto al diario, necesitaba internet y otras basuras por el estilo.
Mientras lo mandábamos, y yo le ayudaba a adornar el texto con palabras raras. Riéndonos pensando que nadie las entendería, el me robaba un beso. Otro. Me abrazaba con ternura (sí, ilusa, ilusa, muy ilusa)
Fue en medio de ese (iluso) juego que me dijo: "Algunas veces uno imagina cosas. El otro día yo pensaba que si algún día nosotros viviéramos juntos nos veríamos muy chistosos discutiendo por la redacción y ortografía de las notas que le dejemos al conserje".
-ilusa, ilusa, ilusa
Yo me reí, aunque no lo creas, con el escepticismo al que se adiestrado mi alma. De no creer nada de nada.
Yo juego, como todos lo hacen, a no esperar nada (aunque en realidad vivo esperando todo)
Este juego eternamente iluso nos llevó sobre una nube hasta su casa. Caminábamos, ahora juntos, en momentos de la mano, cuando putas y borrachos también caminan por las calles del centro.
Hicimos el amor (o tuvimos sexo, eso es lago que tampoco sé aún como denominar) muchas veces. Él esforzándose por ser mejor luego que yo le dijera que "no sabía hacerlo". Yo esforzándome por sentir más placer luiego de darme cuenta que "él no sabe hacerlo"
y resultó.
Fue rico. Fue bueno. Fue tierno. Fue sentido. Al menos para mi. Lo sentí e incluso se me olvidó que era malo.
Pasaron cosas ilusamente ricas en las seis horas de pasión que pasamos enredados en sus sábanas. Hablamos de cosas triviales, de música, de por qué le gusté cuando me conoció, de su hija, de gente.
Mientras estábamos sintiendo nuestras entrañas por segunda vez esa noche, en medio del buen momento, empezamos a hablar de frases que nos gustaban.
En medio de gemidos cada uno fue pronunciando frases que inventaba o que recordaba. Fue cuando le comenté una de Voltaire que me marcó cuando tenía 12 años.
"estoy en total desacuerdo con tus ideas"... dije yo
"pero daría mi vida por tu derecho a expresarlas" gimió él.
-¿por qué la mueca?
- porque la situación me parece loquisima
-¿ésta situación o esa situación?
- esa, la de las frases
- sí, fue bastante loquísima
(pero fue muy linda )
(de verdad)
Como sea, el asunto es que en medio de frases y gemidos complices sentimos algo del placer que se nos había sido negado. (Y que yo había hecho patente)
-No sé si te he comentado que este es un ser sumamente extraño
Media hora después de nuestros últimos gemidos cómplices y perfectos como una frase conocida por ambos, dormirmos. Dormimos hasta que sentí que media hora más tarde, creca de las siete de la mañana el se duchaba. No me despertó, dejó que yo durmiera. Yo desperté porque me di cuenta que estaba sola. Él preparaba desayuno.
No se había acordado que esa mañana le iba a ir a dejar a su hija para arreglar un asunto del colegio. Si bien parecía preocupado, no estaba alarmado con mi presencia. Yo me alarmé. él no para nada.
Me sirvió desayuno: Avenena con plátano y leche condensada.
Me miró con cierta ternura cuando le dije que no quería más. Me besó sin la misma intenisdad de la noche anterior cuando me despidió en la puerta
Yo sentía sus besos incluso cuando llegué a mi casa.
Si cierro los ojos y lo pienso. Inlcluso puedo sentirlos ahora.
No mentira, ya no puedo sentirlos. Ahora los ansío, pero no llego a saborearlos.
Cuando como una niña alegre les contaba a Jack Daniels y a Black Feet del encuentro, daniels dijo: "Al menos esta vez no terminaste llorando"...
Esa otra frase volvió a atacarme. Sí, maldición...
soy una ilusa.
-qué te pareció esta historia?
-no lo sé, no creo que sea bueno que andes tan ilusa
-no te preocupes, si tan lesa no soy. A ti te la cuento con mi ilusión real, porque siento que no tengo necesidad de mentirte. Pero a mi misma me sé mentir a diario muy bien. Y a él tampoco le muestro ninguna de mis debilidades. De hecho, yo creo que el cree que yo no tengo ninguna ilusión.
-pero si tienes
-pero yo tengo ilusión con todo.
Puedo hacerle una confesión? --> Cuando yo tenía unos 15 años y mi cuerpo y mi alma se dieron cuenta que yo quería amar a alguien y que quería que me amaran y que eso era una necesidad para completar algunos de los momentos de felicidad que para mi constituyen el todo siempre me sentía enamorada.
Me entregaba completamente, como si ese amor valiera la pena para irme contra el mundo. Como asi a los 17 años yo ya supiera con quien quería estar el resto de mi vida
Cuando a los 20 volví a sentirme enamorda fue igual. Completamente.
Pero cuando a los 22 me di cuenta que eso dolía tanto, dejé de sentirme así. Dejé de ilusionarme ingenuamente y empecé a tener pánico.
Fue entonces que mi alma se desgarró en dos. Una parte, la que sangraba mucho más y parecía gritar constantemente de dolor una vez que se quedó sin su otra parte, siempre ha mantenido la ilusión. Siempre ha seguido pensando en el amor como la niña que a los 15 años se dio cuenta que amar era uno de esos momentos felices que constitían el todo...
La otra parte, la que se paralizó, absorvió la sangre tratando de regenerarse. Esa es la parte que ahora parece estar seca y amenaza algunas veces con dejar de latir, esa parte nunca más se dejó sentir algo. Se prohibió toda ilusión. Se censuró toda posibilidad de creer y estableció una barrera tan grande, que constantemente le hace sombra a la parte que aún late.
La batalla entre ambos lados, el sangrante y el seco, es constante.
Pero hay algo que comparten. Y es que en el fondo, ambas siguen
siendo
unas ilusas-
Soy una ilusa, ilusionada, aterrada, pero ilusa al fin y al cabo.