Resumidero de Infundios
La Musa Trágica
El vacío sigue subiendo por mis venas. No pienso nada, pienso todo. Quiero nada, quiero todo. Es tanta mi ansiedad que alguna veces siento que de apoco está tomando forma y sus grandes dientes se deforman en mis formas y se está comiendo esa parte de mi corazón que aún latía.
Algunas veces me da miedo y lloro desconsolada porque mi inmenso egocentrísmo sufre cuando pierde aunque sea un suspiro.
Otras veces ni siquiera me importa, porque mi mente está tan perdida soñando con cielos completos y sus inalcanzables modos, que en realidad no importa un pedazo de alma más o uno menos, da completamente lo mismo.
Otros días no me preocupa perder una parte de mi alma, porque mientras ésta se desgarra yo estoy ahí sintiendo que quiero mucho y quiero poco, que estoy demasiado aislada dentro de tanta multitud.
Hay días que quiero querer más, que quiero preocuparme de todo y de todos, para que se me olvide que ya casi no tengo alma. Otras veces no me dan ganas, porque prefieron seguir como una espectadora mientras el mundo se desangra más rápido que mi alma.
Otras veces lo único que quiero es perderme en el cuerpo de otro, y asfixiar con sexo puro, brutal y rico, este puto vacío que me amenza a diario. Esos días quiero cogerme al mundo. Agarrarlo por los hombros mientras presiono mis caderas contra el fondo de su espalada y paso mis uñas sintiendo cada uno de sus poros. Esos días lo único que quiero es gemir, gemir, gemir, gemir de placer como si fuera lo único que mis labios saben pronunciar. Esos días ando imaginándome cómo se moverían esos cuerpos bajo mis sábanas. Mierda! no puedo andar desvistiendo a todos los hombres que se me pasan por delante. Pero lo hago. Y me encanta.
Me encanta mirarlos cuando no piensan que los miras, mientras hablan concentrados. Me gusta sacarles la ropa de apoco, empezando desde el único pedazo de piel que la tela deja ver. Entonces los recorro, descubro las formas de sus cuerpos. Todas, las que sean. Los músculos de un brazo, la vena de un cuello, el bulto de una panza. Mientras los recorro, los voy lamiendo y me mojo los labios mientras los pienso. Cuando estoy perdida imaginándome cómo crece el placer bajo sus pantalones, suelen darse cuenta de mi minuciosa operación. Entonces me siento descubierta y me acuerdo que yo sigo vestida. En realidad, que nadie nunca ha hablado de sacarse la ropa.
La fantasía se rompe y yo estoy ahí, una degenerada con la ropa puesta. Un momento placentero, pero infructuoso.
Sigo desierta. Ya ni siqueira sé si quiero el cielo porque me está pareciendo demasiado vasto.
Entonces me acuerdo que tampoco quiero sexo, quiero que esta cosa llamada corazón empiece a latir de una buena vez. Me acuerdo que aunque no lo admita soy un ser, y los seres somos débiles y necesitamos que nos amen, nos cuiden, nos quieran, nos protegan, nos necesiten. Nos hagan soñar. Yo quiero soñar y dejar de sentir que estoy siendo asesinada por mis propias ansias.
Quiero dejar de tener que ser una degenerada como una de mis alternativas para no acordarme de nada. Del vacío.
Ups! me acaban de pillar. Y es que no pude evitar no quedarme pegada en la prolongación que dejaba su mano mientras se rozaba el cuello. (Me estoy asustando de mi, un día de estos ni yo misma me doy cuenta y me avalanzo encima. Y me lo como, enterito)
El vacío sigue subiendo por mis venas. No pienso nada, pienso todo. Quiero nada, quiero todo. Es tanta mi ansiedad que alguna veces siento que de apoco está tomando forma y sus grandes dientes se deforman en mis formas y se está comiendo esa parte de mi corazón que aún latía.
Algunas veces me da miedo y lloro desconsolada porque mi inmenso egocentrísmo sufre cuando pierde aunque sea un suspiro.
Otras veces ni siquiera me importa, porque mi mente está tan perdida soñando con cielos completos y sus inalcanzables modos, que en realidad no importa un pedazo de alma más o uno menos, da completamente lo mismo.
Otros días no me preocupa perder una parte de mi alma, porque mientras ésta se desgarra yo estoy ahí sintiendo que quiero mucho y quiero poco, que estoy demasiado aislada dentro de tanta multitud.
Hay días que quiero querer más, que quiero preocuparme de todo y de todos, para que se me olvide que ya casi no tengo alma. Otras veces no me dan ganas, porque prefieron seguir como una espectadora mientras el mundo se desangra más rápido que mi alma.
Otras veces lo único que quiero es perderme en el cuerpo de otro, y asfixiar con sexo puro, brutal y rico, este puto vacío que me amenza a diario. Esos días quiero cogerme al mundo. Agarrarlo por los hombros mientras presiono mis caderas contra el fondo de su espalada y paso mis uñas sintiendo cada uno de sus poros. Esos días lo único que quiero es gemir, gemir, gemir, gemir de placer como si fuera lo único que mis labios saben pronunciar. Esos días ando imaginándome cómo se moverían esos cuerpos bajo mis sábanas. Mierda! no puedo andar desvistiendo a todos los hombres que se me pasan por delante. Pero lo hago. Y me encanta.
Me encanta mirarlos cuando no piensan que los miras, mientras hablan concentrados. Me gusta sacarles la ropa de apoco, empezando desde el único pedazo de piel que la tela deja ver. Entonces los recorro, descubro las formas de sus cuerpos. Todas, las que sean. Los músculos de un brazo, la vena de un cuello, el bulto de una panza. Mientras los recorro, los voy lamiendo y me mojo los labios mientras los pienso. Cuando estoy perdida imaginándome cómo crece el placer bajo sus pantalones, suelen darse cuenta de mi minuciosa operación. Entonces me siento descubierta y me acuerdo que yo sigo vestida. En realidad, que nadie nunca ha hablado de sacarse la ropa.
La fantasía se rompe y yo estoy ahí, una degenerada con la ropa puesta. Un momento placentero, pero infructuoso.
Sigo desierta. Ya ni siqueira sé si quiero el cielo porque me está pareciendo demasiado vasto.
Entonces me acuerdo que tampoco quiero sexo, quiero que esta cosa llamada corazón empiece a latir de una buena vez. Me acuerdo que aunque no lo admita soy un ser, y los seres somos débiles y necesitamos que nos amen, nos cuiden, nos quieran, nos protegan, nos necesiten. Nos hagan soñar. Yo quiero soñar y dejar de sentir que estoy siendo asesinada por mis propias ansias.
Quiero dejar de tener que ser una degenerada como una de mis alternativas para no acordarme de nada. Del vacío.
Ups! me acaban de pillar. Y es que no pude evitar no quedarme pegada en la prolongación que dejaba su mano mientras se rozaba el cuello. (Me estoy asustando de mi, un día de estos ni yo misma me doy cuenta y me avalanzo encima. Y me lo como, enterito)
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